Una de las definiciones de culpa es “el hecho de ser causante de algo” (RAE, s.f.). Yo me pregunto por qué sentirnos culpables por causarle desilusión a quien nos causó dolor. Es un juego perverso de la mente, de la necesidad de ser buenos, de no fallar, de ser  letalmente leales a aquel que no lo ha sido con nosotros.

No poder cumplir con la palabra dada, con una promesa hecha en momentos en los que pensábamos que aquella persona lo valía, o que tendríamos los motivos y las herramientas para cumplirlos, no es motivo de culpa; prometimos algo para lo que ya no tenemos fuerzas, ni ánimo, ni corazón. ¿Cómo cumplirlo? y, ¿a qué precio?, pero, sobre todo, ¿es válido?

Algunos hemos aprendido que las promesas se cumplen a rajatabla; otros, que prometer no empobrece, pero en dónde está la línea que divide el cinismo de la cordura.

Si eres de los que cumplen sus promesas a pesar de todo, quizá sea momento de reflexionar un poco. No se trata de prometer con la intención de no cumplir. Eso sería cinismo. Estamos hablando de aquellas palabras empeñadas cuando estábamos seguros de poder y de querer cumplir. Pero las cosas han cambiado, las circunstancias también, el amor, si es que lo hubo, se ha esfumado. El otro se lo acabó, nos defraudó, nos traicionó… ¿Y ahora? ¿Es nuestro deber cumplir después de haber sido pisoteados, decepcionados o engañados? Queremos demostrarle al otro que somos mejores que él: que no traicionamos, que no engañamos, que cumplimos, que somos leales hasta la muerte. Pero, un momento, ¿les suena lógico serle leal a quien no lo ha sido con nosotros? Mantener una promesa a pesar de nosotros mismos, de nuestro bienestar, de nuestra felicidad, de nuestro futuro, sólo por demostrarle al otro que somos mejores que él, no funciona. Termina por hacernos daño y, al final, no podremos cumplir con ese amor eterno pues el resentimiento se apoderará de nosotros y matará el amor.

Tenemos que estar conscientes de nuestras palabras y ser responsables con ellas. Hacer promesas en momentos rebosantes de objetividad nos permitirá cumplir y ser leales a nosotros mismos y al otro. Protegernos de la culpa es anticiparnos a ella, actuar con consciencia y responsabilidad para con nosotros y los demás es evitar defraudar y defraudarnos ante una promesa incumplida. ¿No crees?

¿Sensiblita o sensible?

julio 15, 2013

Hace unos días estaba leyendo el periódico con toda calma, como lo hago casi todas las mañanas, y de pronto me encontré con la esquela de un amigo de la adolescencia. Pum! sentí el golpe en el estómago. No puede ser!, pero el nombre no es de esos muy comunes, así es que salí volando a ver si había algo en facebook y, pues sí, sí era él.

Todavía no entiendo por qué me impresioné tanto. Tenía cerca de 25 años de no verlo! Pero mi conclusión, entre otras, fue que esas amistades que se hacen de joven son las más fuertes, es cuando el corazón está abierto y ama con toda facilidad y sin reservas.

Y…me quedé pasmada. No me di cuenta de hasta dónde me había afectado hasta que mi estómago, que es el que me avisa, se puso grave. Pasé una semana muy baja de energía y con sueño y, por fin, ayer lo platiqué con alguien. Mientras yo me regañaba por «sensiblita», él me aplaudía por sensible; por mantener mi corazón de carne, por dolerme de cosas que duelen, por impresionarme por cosas que impresionan, por llorar por cosas que hacen llorar.

Hoy, eso no está de moda. Hoy hay que ser «fuerte», no impresionarse más por el dolor, ver con esa sangre fría, no sólo la cantidad de violencia que hay en el cine y la televisión, sino también en el mundo, en la vida real y a nuestro alrededor.

Waw! cómo es que hemos perdido nuestra sensibilidad. ¿No será por eso que el mundo es un lugar cada vez más frío y más violento?

Pero, ¿la podemos recuperar? Yo creo que sí. Ahí está. Es solo cuestión de dejarla salir, de sentir lo que hay que sentir y volver a ser cada día un poco más humanos.

Pues sí, la vida está llena de aventuras, es más la vida ES una aventura y, aunque la frase está medio trillada, así es. Sólo que yo entendí que una aventura era una experiencia SIEMPRE positiva, divertida, amable, padre…pero conforme voy entendiendo más la vida y me voy dejando de tanto capricho, entiendo que la vida simplemente ES.

ES con sus altas y bajas, con sus nacimientos y muertes, con sus cumpleaños y aniversarios, con salud y enfermedad, con alegrías y tristezas y con todos sus etcéteras. El asunto es que a mi no me gusta vivir esas partes de la vida que considero negativas, dolorosas o que no coinciden con mi idea de lo que es la vida. A mi no deberían pasarme esas cosas. ¿Por? ¿Cómo de qué privilegio gozo para que a mí no me pasen?

Todos, absolutamente todos pasamos por los opuestos de la vida. ¿Acaso conocen a alguien que no? Y, francamente quien diga que no, ¡está mintiendo! ¿Quién no ha sufrido por una mascota, por un novio o novia, por un examen reprobado, por un rechazo, por un fracaso, por una enfermedad, por una muerte? Y, por el otro lado, ¿quien no ha disfrutado de un chiste, de un triunfo, de un examen aprobado, de un cariño sincero, de un sueño realizado?

Otra vez, todos, absolutamente todos estamos en esta vida para vivir todo lo que hay en ella. ¿La razón? no la sé a ciencia cierta, pero lo que sí se es que cuando me dan un regalo lo agarro completito! Como dice el dicho » a caballo regalado no se le ve diente»

Esta vida me la regalaron así es que voy a dejar de verle el diente y a recibirla con todo lo que trae. De todas formas, me guste o no, tengo que hacerlo.

Ah qué mi mamá!

May 11, 2013

Hace un par de meses tuve un accidente y se me rompió el dedo gordo del pie. Cualquiera diría – y, de hecho me lo dijeron – «¡es sólo un dedo!» pero, para mí fue la vida! Estuve tres semanas con una férula, en muletas combinadas con sillas de ruedas, tuve un conato de caída con las muletas y entré en pánico. Fueron las tres semanas más largas, tristes y complicadas de las que tenga memoria. Todavía, después de casi 8 semanas no he quedado bien; pero esas tres primeras, el infierno!

Entre las muchas, muchísimas cosas que aprendí fue a admirar a mi mamá aún más. Yo, con mi juicio implacable la había juzgado siempre con una mujer débil, que la vida la había sobrepasado y que, finalmente la había vencido. Vaya con mis juicios superficiales y tontos.¿qué se yo de fortaleza? ¿Cómo es que me atrevo a juzgarla cuando yo, con mis propios ojos vi todo lo que  le tocó vivir? Y, créanme, no estuvo nada fácil.

Dirán que qué tiene que ver todo esto con mi famoso dedo. Pues es tan sencillo como que me dí cuenta con qué poco me desanimo, qué poco se necesita para que sienta que «ya no puedo más» «Falta de fortaleza»  me dijo alguien a quien amo y respeto. Claro! no cabe duda que todo es un espejo. Es a mí a quien le falta fortaleza, pero era más fácil verlo en alguien más que en mi. No me gusta saberme, si no débil, falta de fortaleza, era padre creerme muy fuerte y aguantadora. Creo que más bien fui sobreviviente.

Ver una carencia implica un cambio. Implica hacer algo por crecer, por mejorar y por obtener eso de lo que carezco.

Así es que mi Madre, desde donde esté me sigue enseñando…

Cuando sea grande, quiero ser como ella.

¿Cómo lidiar con ello?

septiembre 13, 2011

¿Cómo lidiar con lo desconocido? Enséñame Tu a lidiar con aquello que no conozco, con aquello que me amenaza sin razón, y que no se cuando, ni cómo, ni bajo qué cara lo hará. Tu que lo conoces, Tu que sabes su intención, Tu que puedes, no solo lidiar con ello sino vencerlo, enséñame a lidiar con ello. No se si peleando, callando, gritando, defendiendo, aceptando. No se cuál es el camino correcto o adecuado. No sé que hacer con todo esto que me genera: tristeza, miedo, enojo -profundo enojo- decepción, impotencia, esta sensación de injusticia que hace que me hierva la sangre. No sé que hacer con ello. Pero lo que sí se es que estás Tu y que estando Tu todo está bien.

¿Cuál debería ser mi lectura, mi lección, mi aprendizaje? ¿Que soy una rebelde o que vivo en esa libertad que Tu me regalaste en donde no hago daño a nadie?. ¿Que debo someterme a las “reglas” o romperlas como Tu lo hiciste?. ¿Que debo actuar como ellos dicen o como me dice mi corazón que es en donde Tu habitas?. La respuesta es obvia:  actuar de acuerdo con mi corazón que es Tu casa y es Tu voz.

No se como lidiar con ello. No se como transmitir mis sentimientos, no se como contagiar lo que Tu me has enseñado de viva voz y a través de la experiencia. No se siquiera si debería estar tratando de transmitirlo, o guardarlo para mi…es confuso, a veces creo que es mi deber moral  y además amo no dejar de hablar del milagro que has hecho conmigo, de este camino milagroso que me has llevado a recorrer  de una manera poco común…mi vida, toda ella ha sido poco común; ¿Por qué iba a ser diferente mi encuentro Contigo? Lo bendigo. Bendigo que mi camino hacia Ti, mi encuentro contigo, haya sido diferente. Bendigo la forma en la que me mostraste quien eres en medio de la libertad y el amor que, para mí, son Tus principales enseñanzas.

Aun así, no se como lidiar con ello. Enséñame por favor.

Ayer aprendí algo muy valioso: Mi enojo es con la circunstancia no con las personas, no conmigo, no con Dios.

Muchas veces creo que estoy enojada con quien «causó» las cosas, con el «culpable», sea este  alguien más o yo o incluso Dios. Hoy amanecí literalmente paralizada por un fuerte dolor de cuello. Hacía mucho que no me pasaba, y  cuando me vi, nuevamente en esa situación, me enojé muchísimo. ¡Eso ya no me pasaba! – pensé. ¿Y ahora? – le grité al Universo llena de enojo y frustración. Se que esos dolores de cuello no son «tirones», ni contracturas, ni nada que tenga que ver con algo físico. No. Son emocionales.

Y me enojé porque sigo siendo tremendamente vulnerable ante mis emociones, porque me siguen causando dolor, porque siguen rigiendo mi vida y porque yo quisiera que no fuera así. Yo quisiera tener todo bajo control, que nada me afectara, que, aunque mis planes se frustraran, mis sueños tomaran otra dirección, mis ilusiones no se cumplieran, yo siguiera estoica. ¿No es exigirme demasiado?

Hace poco, mis planes se frustraron, mis sueños tomaron otra dirección y mis ilusiones no se cumplieron y yo permanecí estoica. ¿Y quien paga el precio? ¡Mi cuello!

Aun cuando he «aprendido a sentir» aun me niego a hacerlo, aun me da miedo mostrar mi enojo y mi frustración, porque cómo es que «me atrevo» a no fluir, cómo es que no entiendo que la vida es así, cómo es que no tengo la suficiente fe como para saber que así es mejor. YA SE que es mejor! Ya lo sé, pero eso no obsta para que me frustre, me duela y me desilusione. No es falta de fé, es enojo porque mis sueños, otra vez, cambiaron de rumbo. Es enojo legítimo por sentir que, nuevamente, las cosas no son como me hubiera gustado y me TENGO que adaptar a como son. Esa eterna adaptación a que las cosas sean como son y no como me hubiera gustado. ¿Qué de malo hay en desear que se cumplan las ilusiones TAL Y COMO las imaginé? ¿Es tan malo?

ESTOY ENOJADA sí. ESTOY ENOJADA  y sin embargo mi enojo no es contra alguien en especial. Estoy enojada con las circunstancias. Recientemente aprendí eso: no siempre hay un culpable. A veces, las cosas solo pasan, pero como yo necesito culpar a alguien pues agarro el primero que va pasando y si no hay nadie a la mano, pues entonces me enojo con Dios. Claro El siempre está a la mano.

En esta ocasión en que me cambiaron los planes, podría culpar a una serie de personas que ni siquiera conozco porque-según yo- no hicieron su trabajo o podría culpar a Dios porque El no hizo que esas personas hicieran su trabajo. Así, escrito suena bastante absurdo, pero eso es justamente lo que estaba haciendo. Tenía que haber un culpable a quien reclamar por mi desilusión. Y oh sorpresa! no lo hay.

Yo no sé si esas personas trabajaron hasta el cansancio y, de todas formas, no terminaron;  y me queda claro que Dios no es capataz de nadie como para ponerlo a trabajar, así es que NO HAY CULPABLES.

Es solo el flujo de la vida que va generando circunstancias a veces favorables y otras no tanto. Estoy enojada con las circunstancias que no fueron favorables, que me obligaron a modificar mis planes y que el hacerlo me desilusionó y no supe manejar esa desilusión. La guardé en un rincón, no le dije a nadie – ni a mi misma- que ahí estaba. No quise ver que se había roto un pedacito de mi corazón y que me había dolido. La desilusión duele, a mí me duele y aunque la vida está llena de desilusiones  yo todavía no me acostumbro a ellas.

Doy gracias a Dios por haberme dado la luz para darme cuenta de en donde estoy parada. Es un lugar que no me gusta. Y menos me gusta mostrar mis verdaderos sentimientos ante quien, yo supongo, que me tengo que mostrar estoica…

Pues ni modo, mostraré mi vulnerabilidad por mi bien, porque no tengo porqué ser quien no soy, porque no tengo que ser este ejemplo de fortaleza e invulnerabilidad – nadie me lo ha pedido- me mostraré, porque quien está cerca de mi merece saber quien soy, me mostraré porque merezco descansar y aliviar mis emociones y me mostraré, finalmente, por el bien de mi cuello que no tiene porqué pagar los platos rotos.

Hoy me siento desilusionada…esto también pasará… y mañana será otro día.

Dicen que cuando Dios te quita algo es porque te va a dar algo mejor. Cuántas veces, al sufrir una pérdida, tuve que echar mano de esta idea sólo para sobrevivir. Después, mientras mi fe crecía, aun sin ver muy claro, pude notar que había pequeñas cosas que, efectivamente, iban siendo mejor que las anteriores.

Hoy lo constato en todo su esplendor. Muchos de ustedes me han acompañado en estos años leyendo mis ideas y experiencias y ahora les comparto, con el corazón rebosante de alegría y gratitud, que después de pérdida tras pérdida, unas irreparables y otras no, estoy constatando que todo lo que Dios me ha ido quitando y que yo llamo pérdida, ha sido para quitar de mi camino todos y cada uno de los obstáculos que me estorbaban para llegar hasta donde he llegado. No sé si lejos o cerca, si mucho o poco, pero para mí, ha sido mucho y muy lejos.

Alguna vez escuché a alguien decir que Dios le había quitado todo y que después se lo había devuelto. Me quedé muy impresionada con la idea, como si mi alma supiera que yo también pasaría por ahí…y pasé. Pasé para «perder» todo lo que estorbaba y ganar todo lo que me ha hecho crecer. Dios me ha ido devolviendo, poco a poco, no lo que perdí, eso no quiero que me lo devuelva nunca – a excepción de mi mamá- , pero me ha ido dando todo lo que mi corazón deseaba y que mi mente no me dejaba recibir. «Perdí» mi mente y gané un corazón deseoso capaz de cumplir con su más íntimo deseo. ESE es el secreto: desear con el corazón abierto.

Dios me quitó mucho, muchísimo y claro que me dolió, pero como siempre, sabía exactamente lo que hacía.  A cambio, me dió un corazón nuevo, generoso, amoroso que ha atraído un trabajo también nuevo y sí, amoroso con el que soñé durante dos años. Ha atraído también a un hombre profundamente cariñoso, considerado y gentil con quien he compartido los mejores momentos que haya vivido en pareja.

Estos son los resultados que yo he obtenido cuando Dios me ha quitado algo…

¡Impresionante! Todavía no dejo de sorprenderme por las cosas que hace Dios. Y luego, cuando se lo digo, su respuesta es: pues si soy Dios!  Claro…eres Dios.

Dicen que si Lo buscas con un corazón sincero todo se te dará por añadidura. Hoy, soy un feliz testigo de esto. Amo ser un testimonio de lo que Dios hace por nosotros…si nos dejamos.

Uno de los grandes aprendizajes del año pasado fue el dejar de hacer «mi santa voluntad» y buscar, en serio, hacer solo Su voluntad. No fue nada fácil, hubo resistencia, miedo, incertidumbre, rebeldía y  falta de confianza, pero al final, en el fondo de mi corazón yo sabía que eso era lo que tenía que hacer y lo hice. Empecé por pedirle la disposición para hacerlo y después por preguntarle cada mañana cuál era la agenda del día. Dejé de cuestionar por qué esto o aquello. Acepté, confié y obedecí. Hablé con El cientos de veces diciéndole, reiterándole que confiaba en El, que El seguramente sabía lo que estaba haciendo y que confiaba, sobre todo, en su guía y en su Amor por mi.

FUNCIONO. Funcionó de tal forma que hoy mi vida ha dado un giro de 180°. Me fué llevando, poco a poco, a lugares que yo no conocía, con personas que han sido claves en mi camino hacia una vida mucho mejor, que me han ayudado a liberarme de algunas cadenas que jamás hubiera visto de no ser por su ayuda. Me guió -y me dejé guiar- día con día hasta hacerme entender que no necesito hacer nada más que buscarlo a El y lo demás se me ha dado por añadidura. Lo busco, Lo consulto, Le pregunto, Le cuento, Le agradezco, Lo escucho, Lo amo.

Fácil de decir, difícil de hacer; largo camino para llegar aquí.

Espero no volver a ser tan necia de querer hacer lo que yo quiero. No. Quiero hacer lo que El quiera y lo demás se me seguirá dando por añadidura…

¡Esta pregunta me persigue! ¿A tí no? Es increíble cómo sigo dudando. Sigo dudando después de que, a finales del año pasado, Dios me lo dijo claramente: esta es tu misión y aquí es donde la vas a llevar a cabo. Pero, como «no bajó El personalmente» a decírmelo y me lo dijo un tercero, en medio de una coyuntura perfecta por cierto, pues yo, sigo dudando… ¿Será?

O, ¿no será que «dudo» porque no me gusta del todo lo que estoy viviendo? O porque estoy cansada, muy cansada de este periodo que me ha tocado vivir y aunque, se supone que estoy mejor que hace algunas semanas, pero no lo veo, entonces dudo.

Claro! eso es!: Estoy convaleciente, tengo que irme recuperando poco a poco. Las heridas sanan de adentro hacia afuera.  Seguramente está sanando en lo profundo y todavía no ha llegado a la superficie y es por eso que no puedo verlo…todavía.

Pero lo veré como lo he visto cientos de veces. Lo sé y lo dudo…

«Pienso ,DUDO, luego existo»  decía Descartes. Yo preferiría existir sin dudar, preferiría vivir SIEMPRE en la certeza que da la fe. Pero, como escuchaba ayer, no soy perfecta y mi condición humana me lleva a dudar, así es que mejor le doy la bienvenida a la duda, la abrazo y la hago mi aliada…quien sabe, a lo mejor me lleva a descubrir nuevos caminos…¿será?

Aun cuando este año que termina no ha sido mi favorito, no puedo dejar de agradecer todas las lecciones que me trajo. Como siempre, no aprendo por la buena, siempre tengo que pasar por situaciones complicadas para aprender, y es por eso que este año, de los más complicados que me ha tocado vivir en todos los aspectos de mi vida, ha sido GRANDE.

Finalmente lo veo: ha sido un año que me ha traído, sobre todo, fe. ¿Hay mayor regalo? No lo había visto así hasta que empecé a escribir estas líneas, con razón amo tanto escribir. Me trae claridad, pespectiva y verdad.

Hoy escuchaba en el radio que no hay que compararse con los demás «no sabes cuál es su trayectoria» decía. Efectivamente, no se qué es lo que cada quien tiene que hacer,pasar, vivir o experimentar para llegar a donde está planeado que llegue. Si no sé ni a donde voy yo!.Pero lo que sí sé es que Dios tiene un Plan para mi, un plan que ha ido revelando muy poco a poco.

Dice mi hermana que Dios es muy exigente. Yo también, a veces lo pienso, quisiera que fuera más fácil seguir Su camino y cumplir Su Plan y Su Voluntad, pero no es así. La verdad es que hay que prepararse y mucho ¡Estamos hablando de Dios! ¿Cómo se me ocurre que puedo ser egoísta, perezosa o temerosa y cumplir con la voluntad de Dios? Es imposible porque Dios quiere que yo sea lo mejor que puedo ser. ESE es Su Plan y de ahí «todo se dará por añadidura.»

Uf! después de un año tan grande como este, podría escribir y escribir y escribir por todos esos meses que dejé de hacerlo – parte del proceso mismo- pero no. Mejor dejo algo para reconectar con esto que me llena tanto y para dejar solo una pequeña reflexión: Todo lo «malo» que pudo ser este año, tuvo de bueno. Me trajo grandes regalos: claridad, guía, libertad, amor, luz y, sobre todo un sentido de vida y fe, mucha fe.

Gracias Dios por uno de los «peores» años de mi vida.

Gracias 2010!